viernes, 9 de mayo de 2008

Colisión (cuento)

Colisión
Por Israel Segura Jr.


Cristina Pérez, siempre quiso ser bailarina de ballet. Cuentan que en su infancia se la pasaba haciendo pasos de ballet días enteros. Cuando tenía 6 años, sus papás notaron que se perdía horas y horas soñando con la radio puesta a todo volumen. Ella pretendía llenar los teatros y escenarios más famosos del mundo solo con la magia de la música y el deleite que le provocaba bailar perfectamente, sin ningún error. Dicen que lo traía en la sangre, era su más grande pasión… Ella solo quería poner el nombre de Costa Rica en alto.
— Alto, si, si. Yo me acuerdo que yo de chiquillo siempre soñaba con volar alto, poder llegar a ser un ejecutivo exitoso, trabajar tanto como mi papá y así poder ser el orgullo de mi familia. Todos los hombres de mi familia, desde mis tatarabuelos habían sido siempre personas reconocidas, con fama, y bastante dinero, pero bueno, sabía que llegar a ser lo que soñaba, no era tan fácil…
Fácil, no, nunca, Cristina nunca vivió una vida fácil. Contaba la mamá de Cristina que cuando nació, venía vuelta y atravesada. Los doctores y la mamá pasaron bastante tiempo esforzándose para sacar a Cristina. Un minuto mas y ya le hacían cesárea a la pobre desnutrida señora. No, a Cristina no le fue fácil salir.
—Me costó salir adelante, a mi mamá le decían que yo iba a tener graves problemas en el futuro, no sabía bien pronunciar la letra R, tras de eso, tenía los pies planos y torcidos para adentro, a cada rato me caía pero me comportaba como todo un campeón, siempre me levantaba…
Siempre se levantaba todos los días a pedirle un beso de buenos días a su papá, antes de que este se fuera al trabajo. Cristina esperaba con ansias todas las noches, a que su papá llegara del trabajo, no importaba si estaba muy cansado o si había trabajado 8 horas seguidas, el siempre le leía un cuento. Dicen que ella miraba con fascinación como su papá dramatizaba las aventuras de Tío Conejo o la desgracia del ratón Pérez, ella lo sabía, tenía un buen padre.
—Un padre. Eso fue lo que siempre me hizo falta, un padre que se preocupara por mí, que me tratara bien, que se sintiera orgulloso de mí. Pero no, el solo se ocupaba de darme dinero, ni un abrazo, ni una caricia. Siempre me ignoraba cuando llegaba del trabajo, y durante mis años de adolescencia, los peores días eran los viernes a amanecer sábado, siempre llegaba borracho y se desquitaba todos los problemas del día anterior con mi mamá y conmigo, no teníamos paz ningún fin de semana…
Fin de semana… A Cristina le encantaban los fines de semana. Amaba ir a comer pizza con sus papás y con su hermanito todos los sábados, y ni que decir de los domingos, luego de ir a la iglesia, siempre salían a pasear a algún lado, aunque fuera al parque y de vez en cuando a alguna piscina, era un día muy especial, siempre pasaban un buen rato.
—Siempre pasaban un buen rato burlándose de mí. Mis compañeros se reían de cómo arrastraba la R y todos los días me caía en frente de ellos, que vergüenza me produce recordarlo. Siempre fui un niño tímido en la escuela, no me juntaba con nadie, pero siempre en todos mis trabajos y tareas me esforzaba…
Sus papás siempre se esforzaban y trabajaban de más para mandarla a la escuela. Dicen que Cristina era hiperactiva, siempre andaba dando saltos por los corredores y se ponía a bailar de repente sin importar que el maestro estuviera impartiendo lecciones. Cuentan que un día un compañero le dijo cosas muy feas de su mamá, entonces ella corrió de puntillas, con los brazos levantados, haciendo delicados saltos en el aire, y cuando llegó cerca de su compañero, hizo un plie, y de manera magistral levanto la punta de su pie dejándola ir hacia la entrepierna de su compañero. Ese mismo día su maestro envió una citatoria a sus papás. Definitivamente ella necesitaba un poco mas de disciplina.
—Disciplina, eso pude aprender cuando entre a ese colegio privado, estudiaba ahí de 7 de la mañana a 5 de la tarde, aprendí a dominar 4 idiomas diferentes, y llegue a ser el mejor promedio…
Promedio, no, ella nunca fue una chica promedio. Nunca encajo muy bien en el colegio, le costaba matemáticas. Repitió un año sétimo grado, otro octavo año y luego repitió noveno grado. Cristina le insistía a sus mamá que lo de ella no eran números ni los cromosomas, ni las tildes, no, era solo el ballet…Aunque le fue muy mal en el colegio, sus papás nunca dejaron de creer en ella.
—Creer en mí, eso era lo único que esperaba de mis papas, pero no, siempre me exigían mas y mas, yo tenía que poner el nombre de la familia en alto, yo no podía fallar, tenía que comportarme como un chico de sociedad y clase…tenía que ser muy recatado en mi forma de vestir y actuar…siempre quise ser tan normal como los chicos que veía cuando pasaba por el parque, eran pobres pero se notaban felices, y claro siempre quise una novia pero me costaba un montón relacionarme con las chicas, hasta que un día…
Hasta que un día Cristina conoció a Andrés. Fue en noveno grado, el primer día de clases. El profesor decidió ponerlos a hacer un trabajo juntos, ella decía que era amor a primera vista, el pensaba lo mismo. Ya en marzo eran novios, y en abril Andrés la llevo a ver el ballet en el Teatro Nacional, en ese momento ella pensó que ese era el hombre con el que pasaría el resto de su vida y formaría una familia, era su cuento de hadas personal hecho realidad. Era solo un amor de adolescentes, ya en junio, habían terminado, habían roto la relación. Para julio Andrés tenía novia nueva, la mejor amiga de Cristina. Pero a Cristina no le importo, siempre se decía a si misma que su amiga la salvo, por que Andrés era bien feo.
—Feo, horrible, siempre que me veía al espejo me deprimía, siempre creí que mi aspecto espantaba a las guilas, al menos tenía el consuelo de que iba a ganar bastante plata y de seguro me haría una cirugía plástica… con ese sueño en mente entre a la universidad…
Entro a la Universidad con una meta en claro llegar a ser la mejor estudiante en bellas artes, tenía que recompensar de alguna manera el esfuerzo de sus papás ya que ellos nunca le presionaron a estudiar otra cosa que no fuera danza, siempre tuve su respaldo, a ellos no les importo que no estudiara carreras “competitivas”, como cuando su primo le insistió que para ganar buena lana estudiara como el: administración de empresas.
—Administración de empresas…al fin me gradué y de inmediato comencé a trabajar en una de las empresas más exitosas del país, claro comencé casi de cero, apenas era asistente, pero poco a poco gracias a mi capacidad comencé a escalar puestos…
Ya se habían agotado los puestos, de seguro ese sábado el teatro iba a estar a reventar de público, era su gran debut en el Teatro Nacional, estaba a punto de cumplir uno de sus sueños, quería ver la sonrisa y el orgullo de sus papas al ver su actuación estelar, Cristina estaba tan feliz…
—Estaba tan feliz, al fin me habían ascendido, yo sabía que era el mejor, iba a ser gerente general, y claro yo tenía que celebrarlo a lo grande, invite a todos mis amigos al bar, tragos gratis para todos…
Repartió entradas gratis para sus mejores amigos, todos estaban expectantes acerca de lo que sucedería el día siguiente en el teatro, ella estaba súper estresada, corriendo a alistar el vestuario, repasando los pasos para tener todo bien aprendido y hacer las cosas con excelencia y claro como no iba a estar bien preparada, si ahí iba a estar el verdadero amor de su vida, el que conoció casi finalizando la U, Javier, el chico mas lindo del mundo, según ella. Cristina tenía plena seguridad que ese día luego de su presentación Javier le iba a pedir matrimonio. Ese viernes salio del ensayo en el teatro como a las 11 de la noche.
—A las 11 de la noche terminamos la fiesta en el bar, había tomado como nunca, mis amigos me dijeron que ellos me llevaban a la casa, pero yo no me quise dar por menos, además a mi no me costaba para nada manejar con algunas copitas encima, ya lo había hecho antes y además me sentía en perfecto estado, y no quería abandonar mi auto en un lugar tan peligroso…
Su hermano, para mas rapidez, quiso prestarle su auto a Cristina, y así no tener que ir a recogerla como hacía todos los días de ensayo. Claro, un escarabajo de los años setenta no era muy rápido que digamos, pero al menos funcionaba. Ella le daba un poquillo de miedo manejar, además era muy tarde ya, y conducir un carro a esas horas era blanco fácil para los asaltantes, pero a esos pensamientos no les dio mucha importancia…
—No le preste importancia a la luz roja del semáforo, yo estaba celebrando, y claro un poquillo mareado, como quería que estuviera atento a un semáforo que ni esperaba que a esas horas estuviera funcionando. Pero de un pronto a otro, no recuerdo bien como paso, apareció ese carro…
Los pocos testigos dicen que apareció ese carro de la nada, venía dando vueltas raras como si el que lo manejara estuviera mareado…y…
—…Y… Me levante cuando oí las sirenas, estaba aturdido por el fuerte golpe en la cabeza, estaba sangrando e iba en una ambulancia con un cruz rojista y un policía, en ese momento les pregunte que paso y solo me respondieron que había una chica muerta por mi culpa…
Alguien mas se robo el sueño de Cristina, nunca mas salió el sol, nunca pudo oír el aplauso de la gente, nunca volvió a ver la sonrisa de sus padres, nunca más sintió el beso de su papá de las buenas noches, nunca Javier pudo pedirle matrimonio, nunca pudo tener hijos, ser abuela y contar cuentos, nunca…
—Nunca llegue a ser gerente general, ya no pude llegar a ser el ejecutivo exitoso, ya no me importa la cirugía plástica, y en fin, ya no soy el orgullo de mi familia, ahora mi único sueño es salir de aquí…y volver a empezar otra ves…
Empezar otras ves a vivir una vida normal. No, los papás de Cristina, ya no creen eso. El hermano de Cristina, lleva dos años de estar en tratamiento psicológico. Intento suicidarse dos veces luego de recordar insistentemente el día en que le presto su auto a su hermana, quién sabe, tal ves si el la hubiera ido a recoger ella estaría viva. Los papás de Cristina están muy cansados ya, al parecer la justicia no los ve, después de todo, la justicia es ciega.

—En fin, Emmanuel, ya puedes salir, su fianza fue pagada.
—Bien mi poli, muchas gracias por haberme escuchado…
—Y cuidadito verdad, que no se repita. — Dijo el policía.

1 comentario:

  1. AAAHHH COLISIÓN! de este sí que me acuerdo! x ahí debo tenerlo... muuuy bueno!
    (de hecho no recuerdo si yo en algún momento hice, o al menos quise hacer, un cuento así a dos voces ligadas; los resultados son loquísimos)
    apenas tenga un poquito + de tiempo sigo leyendo todos los demás
    un abrazo

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